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No cataré Qatar, ni por todo el petróleo del mundo

Me acuerdo de las mujeres de Qatar, condenadas a ser ciudadanas de segunda, pues no son dueñas de sus cabellos, de su libertad ni de su dignidad.

No pienso catar Qatar. No lo cataré, ni por todo el petróleo del mundo.

Precisamente porque me gusta el fútbol. Si no me gustara, no tendría gracia, ni supondría ningún esfuerzo.

Porque la vida no está para para pasar por ella de puntillas, sin ensuciar el parquet, sin meter los pies en ningún charco. Mójate, primo, siéntete vivo. Ya te sentirás tranquilo cuando te hayas muerto.

No pienso ver ni un partido del Mundial de los jeques. He seguido todas las ediciones desde la de Argentina en 1978. Y tengo la sala de lectura de mis recuerdos organizada según los amores, penas y desengaños entre Mundial y Mundial. Aquella chica morena malagueña. Me regaló un llavero de Naranjito en el verano del 82. En el 94, Italia nos eliminó en cuartos de final días después de que mi amigo Fernando dejara de interesarse por las cosas de este mundo, incluido el fútbol. La copa gloriosa de Sudáfrica en 2010. Mi hijo correteando como un loco gritando gooool sin conocer siquiera el nombre de Andrés Iniesta. Pero esta Copa del Mundo de los jeques no la voy a catar.

Porque me acuerdo de los esclavos extranjeros que han participado en la construcción de esos estadios, en unas condiciones laborales que cualquier juez occidental tipificaría como crímenes contra la humanidad. Tengo presente, sobre todo, a los miles y miles que han muerto por ello, y cuyo número exacto nunca podremos conocer.

Lo hago por las mujeres de Qatar, condenadas a ser ciudadanas de segunda, pues no son dueñas de sus cabellos, de su libertad ni de su dignidad. Ni siquiera, a veces, de sus vidas. Me acuerdo de los muertos de los jeques, y del emir, de cuyo nombre no me acuerdo porque no me da la gana. También me acuerdo de lo de Mbappé, no te vayas tú a creer que se me olvida. Sus muertos tos.

Así que no veré los partidos, ni siquiera uno. Ni aunque España llegue a la final. Cerraré los ojos y los oídos cuando salgan las noticias de los deportes. El Mundial de Qatar, no lo pienso catar.

Las cositas que me duelen

Me hago viejo por momentos

Veo a esos cagatristes apuntados a la moda de reivindicar su causa a base de atentar contra las mayores obras de arte del patrimonio universal. Y lo que me sale del alma no es políticamente correcto en esta época del año.

Siempre se asoció está conducta con algún rasgo psicótico orientado a la liberación de una ira desmedida, o a un deseo irrefrenable de llamar la atención.

Atacar a la Piedad o al David de Miguel Ángel con un martillo sólo puede obedecer a un rapto de locura.

Abalanzarse sobre el Gran Poder de Sevilla porque no atendió a tus plegarias, ni a tus promesas a cambio de la salud de tu hija, responde a un fanatismo religioso que impregna a las civilizaciones de todos los tiempos como un perfume indeleble que viene de serie con el ser humano.

Ataque a La Piedad de Miguel Ángel

Talibanes que destruyen maravillas de la Humanidad a golpe de hacha y de dinamita. Te dolió tanto como a mí verlo todo por la tele, y sorbete los mocos de tu llanto y de tu impotencia.

Pero lo que más me cuesta tragarme es la pastilla de los activistas que despojan a su causa de toda justicia . A los que no se les fríen los huevos por dentro por querer destruir para siempre a la Mona Lisa, los Girasoles o a Las Majas de Goya. No porque estén como una puta cabra, no. Para atraer el foco sobre el cambio climático o la lucha de los animalistas o antiabortistas.

Me hago viejo rápidamente cuando quiero cagarme en sus muertos y no puedo, porque no está bonito decir eso ya en estos tiempos. Ni en esta época del año.