Me hago viejo por momentos

Veo a esos cagatristes apuntados a la moda de reivindicar su causa a base de atentar contra las mayores obras de arte del patrimonio universal. Y lo que me sale del alma no es políticamente correcto en esta época del año.

Siempre se asoció está conducta con algún rasgo psicótico orientado a la liberación de una ira desmedida, o a un deseo irrefrenable de llamar la atención.

Atacar a la Piedad o al David de Miguel Ángel con un martillo sólo puede obedecer a un rapto de locura.

Abalanzarse sobre el Gran Poder de Sevilla porque no atendió a tus plegarias, ni a tus promesas a cambio de la salud de tu hija, responde a un fanatismo religioso que impregna a las civilizaciones de todos los tiempos como un perfume indeleble que viene de serie con el ser humano.

Ataque a La Piedad de Miguel Ángel

Talibanes que destruyen maravillas de la Humanidad a golpe de hacha y de dinamita. Te dolió tanto como a mí verlo todo por la tele, y sorbete los mocos de tu llanto y de tu impotencia.

Pero lo que más me cuesta tragarme es la pastilla de los activistas que despojan a su causa de toda justicia . A los que no se les fríen los huevos por dentro por querer destruir para siempre a la Mona Lisa, los Girasoles o a Las Majas de Goya. No porque estén como una puta cabra, no. Para atraer el foco sobre el cambio climático o la lucha de los animalistas o antiabortistas.

Me hago viejo rápidamente cuando quiero cagarme en sus muertos y no puedo, porque no está bonito decir eso ya en estos tiempos. Ni en esta época del año.