EL 11 DE AGOSTO

Veintisiete años tenía, cumplidos un día antes. El mejor de los nacidos. Me enseñó a localizar las Osas, la grande y la chica, en medio de un negro firmamento de invierno. Ése es el carro, lo ves, no, mira. Allí, la estrella Polar.

Me ayudó a redactar mi primer curriculum y a elegir el tipo de letra en el WordPerfect, el del fondo azul y las letras blancas. Me enseñó también otras cosas más importantes, como abrir una litrona con un mechero o hacer la seña de treinta y una con una copa de Magno en la mano. Mus, háblate, paso, hasta allí, las de Ontanares, dos a grande, tres a chica y cinco a pares.

Un carcinoma se lo llevó con el saco de la vida casi sin estrenar, llevándose para siempre el corazón de sus padres y sus hermanas, y la inocencia de sus amigos. Hace veintiete años ya, Fernando, cómo te añoro.