Pepe el Boleco y Paqui Ríos

Esas formas no son de estos tiempos

Gusto y regusto a cante antiguo en el Festival Flamenco de Olivares. Pepe el Boleco y Paqui Ríos convirtieron la velada en un carrusel de emociones, donde la transmisión y el sabor añejo fueron la constante.

PlusFlamenco. A clavito y canela. Por Luis Pérez. 17/07/2022. Fotos: Kiko Valle

Noche de gratas sorpresas. Noche de emociones. Así lo vivimos y comentamos en posterior tertulia de madrugada en un grupo de cabales con fundamento. Un joven valor, ya veterano, y una veterana joven. Como te lo cuento, así lo vivió el público que llenó el magnífico patio del palacio del Conde Duque de Olivares, ése del caballo gordo que Diego Velázquez dejó, para siempre, alzado de manos en una sala del museo del Prado.

Lo de Paqui Ríos solo se explica como un carrusel de emociones, o, más bien, una improvisada montaña rusa, donde las reglas de la aerodinámica se violaban a cada instante, provocando en el público una ansiedad desasosegada, pronúncialo todo con la zeta, verás que chulo. Emoción de primera prensada, virgen extra, que te lleva al borde del precipicio anticipando la tragedia, pero que, sin saber cómo, te remonta hasta tu sala de descanso para recuperar el resuello momentáneamente. Me explico.

Salió con la cara desencajá, ojú, mare mía, esto no va bien. Paqui es una cantaora de casta, torera de arte y de sentimiento. O estoy a gusto, o no estoy. Y anoche, de salida, no estaba. Se peleó con el sonido, y con su técnico. Se partió la cara con el foco que la deslumbraba. Y le faltó escupirle a un par de malagueñas que el presidente devolvió a los corrales. Cuando abordó las tarantas y las mineras, nos miramos los unos a los otros. Hasta una golondrina bajó del fresco cielo del Aljarafe, curiosa por saber quién adobaba con tan buen aroma los tientos de Pastora Pavón, ahora recreándolos con su personalidad, más tarde copiándolos sin ningún pudor.

En los tangos, se anticipó la debacle. Había que ver a ese pedazo de guitarrista, Gastor de Paco, sujetando a la cantaora por las riendas de su flamante guitarra, obra de Alberto Pantoja. Qué buenas maneras tiene el moronense. Alterna la postura del toque a lo barbero, propia de tiempos antiguos, con la guitarra inclinada cuarenta y cinco grados, típica de su pariente Diego del Gastor o de las viejas fotos del siglo XIX, con la no menos clásica de Paco de Lucía, cruce de piernas y melenita al viento de sus primeras portadas con Camarón. Pulsación maravillosa, tanto que sus cuerdas le declaran la guerra a menudo, provocando una tensión añadida en las arterias de Paqui.

Fandangos por soleá, qué poco se oyen en este siglo XXI. Cuando reconoces la letra, te pega un vuelco el bujío:

A oscuritas y sin tener yo luz,
estaba yo malita en mi cama,
a oscuritas y sin tener yo luz,
entraste y me dio alegría, ay, ay, ayyyy,
que yo recuperé la salud, ay,
y que por ti tenía perdía.

Conocidos como fandangos de María la Sabina, la madre del genial cantaor gaditano Santiago Donday, su creación se atribuye a Josefa la de los Toyos, también conocida como Josefa la Galleta. Paqui tuvo momentos de gran altura, aunque la hemos visto mejor en otras plazas. Y llegó la seguiriya, y con ella la lágrima afloró en unos y otros. Los críticos se miraban entre ellos, que yo lo vi. Entre el inicio de Manuel Torre, y las dos tandas de Paco la Luz, la cantaora malagueña clavó los pies en el suelo y nos regaló un manantial de pellizcos, esas razones que hacen que a ti te merezca la pena pegarte una escapada desde la playa de Isla Cristina a la cresta de la ola de calor sevillana. Cuando remató el macho de Juanichi el Manijero, sentimos que no había más que añadir a la sentencia. Sobró de todas, todas, el revoltillo de fin de fiesta obligado en todos los festivales. Porque Paqui ya había escrito su nombre en el pulso acelerado del respetable.

Por cierto, qué buena presentación la de Antonio Ortega. Tiene porte mediático, las tablas le chorrean por el talle enjuto y enjuncado. Y le susurra a la audiencia como quien te recita al oído un poema del cante jondo mientras te llena la copa de vino sin darte cuenta. Magnífico gesto el suyo cuando quiso acordarse de los compañeros de la crítica que se encontraban presentes.

Y sorpresa, qué buena sorpresa te llevaste con Pepe el Boleco. Te lo dije. Y no porque no lo conociera, que ya le he dedicado unas cuantas crónicas al joven cantaor morisco. No lo veía desde antes de la pandemia, cuando todavía marcaba hechuras de adolescente. Se ha convertido en un hombre, de espaldas fuertes y estructura ósea terminada. Ha cumplido la etapa del cambio de voz de la mejor manera posible. Aquel potro salvaje, desbocado, que se transfiguraba en un viejo con sabor a Chocolate, resulta que tiene una voz natural bellísima. Todavía no la saca todo el tiempo que desearíamos. Es normal, es muy joven todavía. Y se mira, como es normal, en varios espejos que lo llevan por la verea güena, la de Manuel Torre, Manuel Agujetas, Tío Borrico… También Camarón se ha incorporado a la mochila. Es cuestión de tiempo que se desprenda de esas guías tan necesarias ahora. Pero ya se intuye un cantaor con mucha personalidad, que llegará con la voz limpia a la jubilación.

Nos encantaron las bulerías por soleá, perfectamente encarriladas por las palmas de los Núñez y la sonanta de Nono Reyes. Chiclana de la Frontera al servicio de Jerez. Nunca fue la Puebla de Cazalla tierra de cantes festeros, ni, dicho con todo el cariño, de soniquete jerezano. Sin embargo, Pepe lo tiene incorporado de serie. También la bulería por fiesta sonó a todo lo que Pepe quiso, menos en los manidos cuplés tantas veces besados con tus labios de amapola, donde pisó arenas movedizas, ni incluso cuando nos llevó al Puerto de Santa María, de la mano de Pansequito:

Y a veces quiero estar solo,
no, no, no quiero que nadie me hable,
prefiero vivir la vida
como un péndulo en el aire.

Mejor estuvo por Camarón de la Isla, estreno para el que escribe. De muy bien para arriba los tientos, de mucha templanza, saber decir y mejor tragar. Porque hay algo que siempre fue importante en el flamenco, que los antiguos lo llamaban tragarse el cante. Difícil de explicar por escrito, pero el aficionado sabrá su significado. Y el Boleco lo hace de maravilla. En los fandangos del de la Calzá no estuvo muy a gusto, o así lo pareció.

Por seguiriyas comenzó doliéndose con recogimiento por Francisco la Perla, arrancando ramilletes de oles muy sinceros. La falseta de Nono Reyes provocó el éxtasis del público cuando dio su propia versión de Javier Molina. El Boleco calibró con exactitud la intensidad de su grito seguiriyero, y demostró su poderío y facultades privilegiadas, aunque un fallo de respiración le privó de la gloria al medirse con el cambio de El Fillo. De bien, para notable. Y no es que quiera ponerle nota a todo. Es que necesito algo fijo a lo que agarrarme, besar la tierra como hacía aquel Papa cuando aterrizaba…

Ficha artística:

Ciclo: Festival Flamenco Rafael Rodríguez Herrera

Lugar: Palacio del Conde Duque de Olivares, Olivares, Sevilla

Fecha: 16/07/2022

Primera parte

Al cante: Pepe el Boleco

Al toque: Nono Reyes

Palmas: Tate Núñez y Cepa Núñez

Segunda parte

Al cante: Paqui Ríos

Al toque: Gastor de Paco

Presentador: Antonio Ortega

1 comentario

  1. Luis Pérez

    Gracias al compañero Kiko Valle por su pedazo de foto. Y por su cariño.

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