El insigne abogado, escritor e investigador falleció en la tarde del 14 de abril de 2023 en su ciudad natal de El Puerto de Santa María. Tenía 78 años.
La noticia me ha cogido por sorpresa, con el chaleco antibalas en la tintorería. Son tantos ya los amigos y los ídolos que se suben a la temida barca de Caronte, que mi coraza protectora estaba hecha unos zorros, cubierta de sangre y lodo por las escaramuzas de los últimos años. Así que ésta me ha dolido especialmente. Vaya si lo ha hecho.
Luis Suárez de Ávila había nacido el 28 de septiembre de 1944. Y no lo hizo en cualquier sitio. Vino a la vida en El Puerto de Santa María, cuna y regazo de escritores de primer orden, como Rafael Alberti, Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero), Pedro Muñoz Seca o Pedro Pérez Fernández. Y de artistas como Javier Ruibal, José Luis Galloso, Paco Tous o el gran Joaquín, el del Betis.
Pero El Puerto fue, y eso lo llevaba a gala el maestro, cuna, incubadora y paritorio del flamenco. Allí nacieron grandes creadores del género, como Tomás el Nitri, primera Llave de Oro del Cante. Francisco el Fillo y Paquirri el Guanté, creadores de unas de las soleares más antiguas que han llegado hasta nuestros días. Enrique Bonfante, quien junto a su cuñado Enrique el Mellizo, fijó la forma definitiva de las alegrías de Cádiz. El mítico Pedro Niño El Brujo, que dio a luz a una saga de cantaores de romances y corridos, que fueron rescatados por Luis Suárez de Ávila por boca de los también portuenses José de los Reyes El Negro del Puerto, su hermano El Sopas y el trianero Miguel el Bengala.
El cantaor más viejo de la historia mítica del flamenco, Tío Luis de la Juliana y su madre, Juliana Morón, fueron también localizados por Suárez viviendo en la calle de la Victoria, actual calle Albareda, de El Puerto de Santa María. Portuenses fueron Alonso, Luis, Dolores, Soledad y Juana los del Cepillo. Y centenares más, como Jeroma la del Planchero, La Obispa, la Chiva, el Chalao, Panete, la Tizo o Gitanillo de Bronce.
No voy a recordar aquí los méritos profesionales del maestro, pues son accesibles en múltiples artículos en la red. Como abogado, escritor e investigador, había llegado a lo más alto muchas décadas antes de una edad mínimamente prudente para el retiro. Cuándo te jubilas, Luis. Jubilarme yo… cuando ya no esté. Y así ha sido. Con las botas puestas y la pluma en ristre. Eso, su capacidad de trabajo, es una de las facetas que siempre me maravillaron de él. La otra, su paquidérmica memoria.
No puedo seguir recordándote en tercera persona. Yo, que tan mala memoria tengo y todo lo he de apuntar, qué coño voy a hacer ahora sin el apoyo de tu disco duro. Tenías en tu bendita cabeza repeinada algo más que la historia completa del cante gitano y la enciclopedia Larousse en treinta tomos. Tenías a todos los habitantes de El Puerto ordenados de forma alfabética, cronológica, por barrios y por apellidos. Te acuerdas de aquella tarde lejana en que mi desvergüenza se armó de valor para acercarse a ti en una taberna próxima a la calle Luna. Perdone, usted es Luis Suárez de Ávila, verdad. Yo soy muy aficionado al flamenco y mi padre era de aquí, del Puerto. Y cómo se llamaba tu padre.
A partir de ahí me citaste de memoria, y sin pestañear, los nombres y apellidos completos de mi abuelo, mi bisabuelo, mi tío bisabuelo, procurador en Cortes, mientras en mi cara se abría un enorme y redondo agujero de sorpresa. No, no te rías. También sabías que mi tatarabuelo era de Alcalá de los Gazules. Fuiste muy amable y cariñoso conmigo.
Cómo voy a echar de menos esas llamadas intempestivas, aunque cualquier hora era buena para hablar contigo de flamenco, de mi familia, que era amiga de la tuya. Te digo una cosa, tocayo, me decías. El cante nació en El Puerto, eso es incontestable:
Los gitanitos del Puerto
fueron los más desgraciaos,
que a las minas del azogue
se los llevan sentenciaos
Pero, mira, esto que te estoy diciendo no se lo vayas a decir a nadie, y mucho menos, a nadie de Jerez.
Esa flema que yo relaciono mucho con la de mi padre. Recuerdo la primera vez que me invitaste a tu casa, después de que actuaras de lazarillo conduciendo tu propio coche por las calles del Puerto, y señalaras a cada momento: allí estaba la imprenta de tu abuelo, aquí nació tu padre. En ese colegio, el de los jesuitas, fueron compañeros de estudios mi abuelo, tu bisabuelo, Juan Ramón Jiménez y Rafael Alberti. Cuando llegamos a tu casa y te pregunté por el baño, me señalaste una puerta cercana al patio: ten cuidao, que en ese váter han orinado gente de postín, como tu abuelo, Juan Ramón Jiménez, Dámaso Alonso, Muñoz Seca, Alberti y media Generación del 27.
Que la tierra te sea leve, maestro. Descansa en paz.
Foto cabecera: Quico Pérez-Ventana
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