EFEMÉRIDES FLAMENCAS

Foto: P. Carabante / Los caminos del cante

El doce de diciembre de 1983 cerraba sus ojos y el candado de su negra voz el inolvidable cantaor Tío Borrico de Jerez. Gregorio Fernández Vargas había nacido setenta y tres años antes en el flamenco barrio de Santiago de Jerez de la Frontera.

El apellido Fernández lo sitúa directamente en el tronco sagrado de los Rincones, que integra, entre otras, a las impresionantes sagas de los Parrilla, Borricos, Terremotos, Sernas. Todos ellos fueron criando los cantes gitanos de Jerez desde la calle Marqués de Cádiz hasta Cantarería, pasando siempre por la calle Nueva.

Por línea materna, corrían los manantiales lebrijanos de los Vargas, Monge, Valencia, Soto, que unían sus aguas en la marisma a los Carrasco y a los Peña de su abuela paterna. Ni los apellidos ni los genes son determinantes a la hora de recibir el don del cante jondo, pero cuando se da el caso es menester decirlo.

Tío Borrico de Jerez era la personificación del alma pura. Su cante primitivo, y a la vez espontáneo y creativo, es un reflejo de aquel hombre bueno al que todos los que lo trataron querían a rabiar. Hoy nos acordamos de él, a un año de celebrar los cuarenta años de su falta.