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Artículos de opinión sobre flamenco.

El flamenco y su evolución

REFLEXIONES EN VOZ ALTA

Jartito estoy, pero no me rindo. Cuándo mejor que en estos días, donde el calor de nuestros recuerdos le pertenece a don Antonio Cruz García.

Estoy jartito de tener que justificar cada día por qué me vuelve loco el cante jondo. De tener que buscar sinónimos cuando hablo, y cuando escribo, para nombrar la música culta de Andalucía. La más bella, extensa, profunda, compleja, y mestiza música de Occidente que yo conozco. No voy a decir del mundo mundial, pero si de las que yo conozco. Si acaso, al mismo nivel que la ópera clásica. Nunca por debajo.

No me apetece confrontar más. Como dicen los más jóvenes: me da pereza, o sea, en plan.

No quiero seguir argumentando en favor, en plan, de la categoría excelsa que tiene esta música, comparada con lo que algunas o muchas personas llaman la imparable, necesaria y deseable evolución del flamenco.

Flamenco. Una de las palabras más comerciales del mundo. Palabra en español, que han importado en numerosos idiomas. Quizás en todos, no sé, no conozco ningún estudio al respecto. Se pronuncia siempre igual que en nuestra lengua, eso sí que me atrevería a decirlo sin indagar demasiado.

Eso responde muchas preguntas. A qué tanto interés por todo el planeta? Genera tanto dinero como tú sospechas? Por qué son tan cansinos, década tras década, confrontando y confrontando en favor de la revolución, evolución de esta música? Dinero, maldito dinero.

Lo que quieren decir, descaradamente, es que hay que despojar al cante de toda su dificultad, de su complejidad y su hermetismo. Ellos no quieren perfeccionar el flamenco. Lo quieren simplificar. Para que se pueda escuchar mientras estudias un examen, en la peluquería o en la tienda de ropa. Como hilo musical. Sin molestar. Sin atender. Sin necesidad de distinguir.

Quedaos con la palabra flamenco. Ya no la quiero. A mí me gusta el cante, el baile y el toque. Todo el mundo sabe lo que son. Y no nos van a engañar. O sea, en plan.

Sobre los concursos de flamenco

REFLEXIONES EN VOZ ALTA

Hace tiempo que dejaron de interesarme los concursos de música, incluidos los de flamenco. Respeto la labor y las buenas intenciones de los organizadores, y más aún las de las personas que conforman los jurados y demás equipos de trabajo. Pero no le veo sentido en el tiempo presente, ni solución alguna a corto plazo.

Incluso Eurovisión, tan interiorizada en el inconsciente colectivo de varias generaciones, y donde tantos intereses habrá escondidos, tiene un presente nefasto y un futuro descorazonador. El festival / concurso de Benidorm servía para sacar jóvenes y prometedoras figuras de la canción, como Julio Iglesias. Ya en el flamenco, la Sayago, mismamente, salió a la luz en un concurso de radio. El Tenazas de Morón, Caracol, Fosforito o el mismísimo Antonio Mairena debieron su consagración a los concursos de Granada y de Córdoba. Y artistas actuales, como Mayte Martín, Miguel Poveda o Rocío Márquez, ya en época presente, deben a su Lámpara Minera de La Unión el fulgurante despegue de su carrera profesional.

¿Qué ha cambiado? ¿Es la falta de calidad de los participantes? ¿Por qué ese desinterés del público, más allá de la crisis de afición que afecta al flamenco en general, y que infecta particularmente al cante jondo, hasta el punto de haberse cronificado irremediablemente? ¿Por qué se quedan desiertos los concursos año tras año?

Vaya jardín para quien fuera buen jardinero. Pues habrá flores de todos los aromas, y frutos de todos los sabores. Que de todo hay, como en botica.

Que no hay calidad, dicen. Verdad. Pero, ¿dónde no hay calidad? En los concursos. Porque ahí afuera hay calidad a espuertas. No hay más que pasearse por Tik-Tok, por Youtube o Instagram, para comprobar el chorro de aficionados, de cante, baile o guitarra, que dejan constancia de un talento más que suficiente como para iniciarse en el profesionalismo. Por alguna escondida razón, o por varias, pasan de los concursos.

Cuestión de dinero, creo que no es. De hecho, hay un número respetable de artistas flamencos que obtienen una importante fuente de ingresos de su participación en concursos por toda la geografía nacional. Eso sí, salvo excepciones, se trata, normalmente, de artistas que no ocupan los primeros lugares, ni los segundos del escalafón.

No estoy seguro de que esto sea la causa, pero creo que, al menos, puede ser una razón importante. Los concursos han de servirle al ganador como catapulta al éxito. Y no estoy hablando de grabar un disco y traerte de invitado al festival el año que viene. Sino de poder decir, con mediana seguridad, éste es el principio verdadero de mi carrera, hay un antes y un después de este triunfo.

Si miramos la nómina de ganadores del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, en las diferentes modalidades, desde sus inicios, veremos que muchos de ellos eran artistas profesionales consagrados. Eso era lo que le daba prestigio al Concurso, y ése prestigio volvía multiplicado a los artistas, en lógica retroalimentación. La Perla de Cádiz, María Vargas, Fosforito, Chocolate, etc. ya eran profesionales cuando se presentaban ante el jurado. Otros, como ya se ha dicho, saltaron a la fama desde ahí.

Hoy día, con la gran repercusión que todos tus movimientos tienen en las redes sociales, es peligroso presentarse al Concurso Nacional de Cante de Las Minas de La Unión o al Concurso Nacional de Cante Jondo Antonio Mairena de Mairena del Alcor, y no ganar. Peor aún, que dejen el premio desierto. Cualquiera remonta ese sambenito. No es lo mismo quedar segundo en la modalidad de soleá, llevándose el Fernanda de Utrera el primer premio, que tener ya hecho un nombre y quedar segundo detrás de un desconocido.

En fin, lo que te digo. En difícil jardín me he metido.

Papaíto mío

Manuel María Pérez Sánchez, escritor, periodista y filósofo (El Puerto de Santa María, 1933 – Madrid, 1998)

El Niño Pérez

Mi padre de mi alma, se marchó sin avisar una tarde de diecinueve de agosto, hoy hace veinticuatro años. Manuel María Pérez Sánchez es recordado por sus paisanos de El Puerto de Santa María como el Niño Pérez. No, no era cantaor, aunque sabía cantar. Era Doctor en Teología por la Universidad de Salamanca, periodista de profesión en la agencia EFE y un gran conversador.


Lo que más le gustaba en este mundo eran su familia, la playa de Fuengirola y un buen lenguado de medio kilo. Aunque pasó más de media vida en Madrid, conservó hasta el final todo el ángel y la gracia gaditana que pueda uno imaginar. Se rió de la vida y de la muerte hasta aquel 19 de agosto: Luis, de un tiempo a esta parte, se está muriendo gente que no se había muerto nunca.

Mi amigo Fernando

EL 11 DE AGOSTO

Veintisiete años tenía, cumplidos un día antes. El mejor de los nacidos. Me enseñó a localizar las Osas, la grande y la chica, en medio de un negro firmamento de invierno. Ése es el carro, lo ves, no, mira. Allí, la estrella Polar.

Me ayudó a redactar mi primer curriculum y a elegir el tipo de letra en el WordPerfect, el del fondo azul y las letras blancas. Me enseñó también otras cosas más importantes, como abrir una litrona con un mechero o hacer la seña de treinta y una con una copa de Magno en la mano. Mus, háblate, paso, hasta allí, las de Ontanares, dos a grande, tres a chica y cinco a pares.

Un carcinoma se lo llevó con el saco de la vida casi sin estrenar, llevándose para siempre el corazón de sus padres y sus hermanas, y la inocencia de sus amigos. Hace veintiete años ya, Fernando, cómo te añoro.

Sobre la Llave de Oro del Toque

El pasado día 26 de junio tuve el honor de compartir una sobremesa de domingo con los amigos de la Peña Flamenca Torres Macarena Sevilla . Ya sabéis, el mismo día que nos sorprendimos con el cante viejo de Dieguito Amador y de Luis el Macareno, dos nuevos valores por debajo de los veinte años que, Undibé mediante, darán que hablar en los mentideros flamencos más cabales.

El tema de mi charla fue ‘La dichosa Llave de Oro’. Mis amigos saben por qué elegí ese tema. Podréis poneros al día mañana mismo, o quizá antes, en la WEB REVISTA LA FLAMENCA .

Un adelanto: Vamos a formar un lío gordo, hasta darle a MANOLO SANLÚCAR la primera Llave de Oro del Toque. Porque es justo, y se lo merece.

Al tercer córner, penalty

La Bienal de Flamenco: tres directores dimitidos o cesados, y un mismo delegado

Al tercer córner, penalty. Eso decíamos en el cole cuando éramos más chicos, convencidos de la existencia de una regla completamente ajena al reglamento de la UEFA, aunque no exenta de sentido de la justicia, en la previsible e incontaminada mente de unos chavales de siete años, en aquella década de los setenta.

De portería a portería, guarrería. Otra muestra de sentido común. Se trataba de que jugáramos todos en un exiguo terreno de juego de apenas veinte metros de largo. La figura del chupapostes sustituía con creces a la complicada norma del fuera de juego.

Al tercer córner, penalty, significa que hay un equipo que no quiere jugar, que se siente inferior y se dedica a echar balones fuera esperando que pase el tiempo. Por eso es justo, en la utópica mente de un infante, que el atacante se vea premiado, y el que mira la hora, árbitro, salga apercibido.

Señor Antonio Muñoz, tres directores de la Bienal de Flamenco desde junio a octubre, del verano a este punto. Y a puntito de que no haya programación confirmada ni para enero. Tres córner ya, y usted sin dimitir.

A tomar por culo la bicicleta

Así se dice en mi tierra natal, Madrid, cuando la situación es insostenible y se requiere algo más que la inacción y la indolencia de nuestros gobernantes. Nací allí, sí, en Chamberí, el barrio más chulo y castizo, en La Milagrosa. Chamberí, los mejores ombligos de Madrid, les dijo la comadrona a mis padres. Y allí que se fueron para nacerme.

Pero nunca me sentí madrileño más que cuando salí de allí y eché de menos mi Cibeles, mi Retiro, mi frío seco y los bocadillos de calamares. Quise ser andaluz y andaluz soy, más que nada porque los gaditanos nacemos donde nos sale de los cojones, los malagueños donde nos hemos bañado desde chicos, y los sevillanos, ay, solo cuando ellos, mi arma, tienen a bien acogernos.

Tengo amigos catalanes que me duran desde hace más de treinta años. Unos son independentistas desde siempre, y otros más fachas que la madre que los parió. A unos y a otros, siempre desde el respeto y la amistad insobornable, les dije siempre lo mismo: yo me cago en todas las banderas del mundo, sobre todo las gualdas y colorás, independientemente del número de franjas que le pongas. Los únicos colores que aguanto sobre un cacho de trapo son el verde y el blanco, o el amarillo con azul; y eso siempre y cuando no jueguen contra el Real Madrid de mis amores.

Hoy lloro viendo la división y el odio entre pueblos que comparten quinientos años de historia, reaccionarios de uno y otro signo redoblando tambores de guerra, hermano contra hermano. Inconscientes todos, acaso no veis dónde desemboca todo esto?

Romance de la superluna

Tengo una luna en mi casa,

no tengo que levantarme

para mirarla a la cara,

círculo mágico enorme

que cuelga de mi ventana,

madre, no quiero dormirme,

permíteme contemplarla,

dicen que tiene brillantes

los ojos de enamorada,

dicen que con la sombra

de la tierra proyectada

no eclipsará su figura,

que se pondrá colorada,

luna de sangre se vuelve,

será de tanto mirarla.

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