EFEMÉRIDES FLAMENCAS
Comenzamos el mes de las rifas y de las cenas de empresa, celebrando el nacimiento del mejor de los nacidos en el gaditano barrio de Santa María. Y es que tal día como hoy de hace 174 años afloró al caudal del arte flamenco Enrique el Mellizo, el patriarca de los cantes de Cádiz.
Esta postrera parte del año exige un esfuerzo extra en la gastada memoria de la familia flamenca. Quién lo diría, pero diciembre es quizá el mes más jondo del almanaque. Pareciera que los recién nacidos pegasen mejor su primer llanto por seguiriyas si afuera en la calle hiciera tela de frío. O como dicen en Cádiz, humedad. A final de mes hacemos cuentas.
Francisco Antonio Enrique Jiménez Fernández nació en el número 29, hoy 24-26, de la calle Mirador, el primer día de diciembre de 1848. Quiso venir al mundo en todo lo alto del barrio, desde donde no solo podía escuchar los órganos y las campanas de todas las iglesias de la Tacita, sino también desentrañar las armonías que el Atlántico traía y se llevaba, al compás de las mareas que el faro de Chipiona marcaba cada noche con un pícaro guiño de luz salada.
Enrique el Mellizo fue un revolucionario del cante. Ralentizó las alegrías bailables hasta convertirlas en un cante grande para escuchar. Lo mismo dicen que hizo con los tangos lentos gitanos, que luego Chacón llamó tientos. Se le atribuyen al menos tres estilos de soleares, dos de seguiriyas, unas alegrías, saetas, gilianas, su malagueña doble y su malagueña chica, martinetes…
Quizá no ha habido en la historia del arte jondo una figura que haya influido más, directa e indirectamente, en la conformación del cante tal y como hoy lo conocemos, con la excepción de Silverio Franconetti. A priori, esta afirmación puede parecer arriesgada antes de tener en cuenta que Enrique el Mellizo no solo fue un incansable creador de letras y melodías. Fue también el hilo conductor que conecta toda la tradición anterior, de cuyas formas concretas y modo de cantar no sabemos casi nada en realidad, con Aurelio Sellé y con los dos grandes creadores de donde se alimentan los cantaores y cantaoras del siglo XX: don Antonio Chacón y Manuel Torre, sus discípulos más aventajados.
De aquí a Juanito Mojama, prácticamente equidistante entre ambos, al igual que la Casa de los Pavón, con Arturo, Pastora, Tomás, incluidos Manuel Vallejo, Isabelita de Jerez y Chocolate, entre muchos otros. Y por supuesto, Pepe Marchena, Antonio Mairena y Manolo Caracol. No digo que ellos no hubieran sido igualmente grandes de no haber existido Enrique el Mellizo, pero sin duda hubieran cantado otras cosas y de otra manera.
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