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Juanito Villar, Grande de Cádiz

EFEMERIDES FLAMENCAS

DICIEMBRE FLAMENCO

Hoy cumple años Juan Magno, don Juan el Grande. JUANITO VILLAR, qué poco le pega ese diminutivo a ese gigante del cante.

Abril es el mes más cruel, decía el gran poeta norteamericano T.S. Eliot, antes de nacionalizarse británico. Yo te digo, prima, sin necesidad de hallar una Tierra Baldía donde expresarme, ni de pasar por un registro para sentirme gaditano, que diciembre es el mes más flamenco. Que no hay más que ver la semanita que llevamos.

Cada ocho diciembre desde 1947 las piedras de la Caleta reciben una capa extra de salitre. Serán las velas que soplas a la puerta de tu querida peña flamenca. Muchas felicidades, maestro.

Chano Lobato

EFEMÉRIDES FLAMENCAS

Cómo se me va a pasar a mí el cumple de CHANO LOBATO, prima, que no he faltaíto ni un año en lo que llevo aquí escribiendo.

Que sí, que ya sé que no se llamaba Chano, ni Sebastián, que ése era el nombre del padre. Que no se llamaba Lobato tampoco, que eso le venía por La Lobata, que era su… Yo qué sé, qué jartura.

Sarabia, fíjate tú que forma de llamarse un flamenco. Y todos los años igual, el jartible de las ENFERMÉRIDES, como decía un amigo de por aquí, puro y jondo.

Que si tenía un compás que no se podía aguantar. Que si tenía la sal y la flamencura de la calle Botica. Y también la de Sevilla, no te olvides de ponerlo. Que si era embustero con arte, que dominaba el arte del mangazo, del sablazo y del gañote.

Lo que tú quieras, pero casi se te pasa. El siete de diciembre de 1927, tal día nació. FELICIDADES, maestro.

José Monje, Camarón de la Isla

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Tal día como hoy nació José Monje Cruz, Camarón de la Isla. Era el cinco de diciembre de 1950. En una calle embarrada de nombre muy marinero, para más señas la del Carmen, del barrio de las Callejuelas, pegó su primer llanto el niño José, un querubín rubio de carita morena.

Cuentan sus paisanos que no hubo un chiquillo más guapo en toda la Isla de León, en San Fernando. Los gitanos se arremolinaban a la puerta de su casa para contemplar el fenómeno: un gitano dulce, signo de buena estrella.

Tan pequeño como un camarón, dijo Tío Joseíco, y Camarón se quedó. Era tío de su madre Juana y tío asímismo de la Perla de Cádiz, a quien, por cierto, también le puso su remoquete. No era malo tío Joseíco en poner nombres, no. El Camarón creció y creció hasta lo más grande, y se hizo artista para convertirse en un mito viviente. Hoy estará de fiesta celebrando su cumpleaños con todos los buenos, con su tita Perla y su mare Juana, su amigo Paco el de la Lucía… Ahí es nada.

La juerga

Dicen que allá arriba se juntan todos, donde quiera que vivan los soníos negros, entre el cuatro y el cinco de diciembre, dependiendo de cómo le coja el duende al Majareta. Y que la juerga se sabe más o menos cómo empieza, pero nunca a qué hora acaba.

José coge la guitarra del Niño Pérez, sonrisa abierta en los ojos, cigarro en boca. Cuentan que el Niño de Jerez se sigue bebiendo su pena negra por los rincones, y que solo acepta como regalo un buen galgo corredor o un par de gallos de raza. No me pidas que te cante hasta que despierte el alba, rubio. Recién llegado de allí abajo, otro Niño, el de Marchena, se hace cargo de la cuenta. El maestro de maestros siempre es el que paga.

Ignacio Ezpeleta

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No sería justo que dejáramos pasar de largo, eclipsado por las inmensas figuras del Niño Marchena y de Manuel Torre, el aniversario de la muerte del cantaor Ignacio Ezpeleta Madrugón IGNACIO EZPELETA, que lió el petate en su Cádiz natal y marchó para el otro mundo el 4 de diciembre de 1938, a los 69 años de edad.

Protagonista indiscutible de cualquier reunión en la que estuviera él presente, forma parte de una tradición intrínsecamente gaditana: la del cuenta-embustes, o personaje con gran afición a aliñar las tertulias e historias con hipérboles, fantasías y mentirijillas, con el solo fin de perseguir la gracia, el rizo más arriesgado del ingenio o el estallido de la risa. Diego Antúnez, Pericón de Cádiz, el Beni de Cádiz, Chano Lobato y, por supuesto, Ignacio Ezpeleta, forman el tronco más florido de esta tradición.

Ignacio ha pasado a la historia como uno de los mejores intérpretes de bulerías y de alegrías de Cádiz. También los que lo escucharon dijeron que bordaba el cante por soleá y por tangos. Su genio creador le llevó a patentar una forma de decir el cante, una escuela expresiva aún vigente y reconocible en Cádiz cuando el cantaor quiere «acordarse» de Ignacio Ezpeleta sobre el escenario.

Manuel Torre, el tronco negro del Faraón

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El cuatro de diciembre, tal día como hoy

El gran poeta de El Puerto de Santa María Rafael Alberti contaba de Manuel Torre que no sabía leer ni escribir, solo cantar. Pero eso sí, su conciencia de cantaor era perfecta. <<En el cante jondo, dijo el gitano, con las manos duras, de madera, sobre las rodillas, lo que hay que buscar siempre, hasta encontrarlo, es el tronco negro del Faraón>>.

Escribió Federico García Lorca en su Juego y teoría del duende que Manuel Torre era el hombre con mayor cultura en la sangre que había conocido. A la pregunta del poeta granadino acerca de la verdad de la existencia del duende, el Niño de Torres respondió: Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende.

Manuel Soto Loreto o Leyton nació el cuatro de diciembre de 1880 en Jerez de la Frontera, en el número 21 de la calle Álamos del barrio de San Miguel.

Hoy es la fiesta grande del cante jondo. A la efeméride de Manuel Torre hay que sumar las de los fallecimientos de Pepe Marchena y de Ignacio Ezpeleta. La Junta de Andalucía podría tomar nota de esta fecha para próximas celebraciones del Día Internacional /Universal / Sideral del Flamenco, en lugar de elegir fechas arbitrarias que no significan nada en el inconsciente colectivo de los aficionados.

Como la del 16 de noviembre, que conmemora la declaración del flamenco como patrimonio de cualquier ser del universo que quiera venir a manipularlo como le venga en gana.

Honores al Niño Marchena

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Anotamos en nuestro almanaque la fecha del 4 de diciembre de 1976 para honrar la memoria de uno de los mayores genios creadores del cante flamenco, PEPE MARCHENA, que falleció en Sevilla aquel luctuoso día a la edad de 73 años.

Ocurrió en el hospital, el lugar más temido y odiado en las letras de tantas seguiriyas, y por esa malina y nunca nombrada enfermedad, que tantas veces siega a destiempo la vida de los mejores artistas. José Tejada Martín fue un personaje tan flamenco que cumplió con todos los tópicos aparejados a tal condición. Incluyendo el de terminar sus días pasando necesidad, a pesar de haber ganado más dinero cantando que nadie entre los de su profesión.

Nunca una primera figura del cante suscitó tantas pasiones, desde el desprecio y la animadversión por su figura y su manera de cantar, hasta el apoyo de una auténtica legión de seguidores que, después de más de cuatro décadas, idolatran al Niño Marchena por encima de cualquier otro artista flamenco. De su grandeza da fe su inmensa discografía, restaurada hace pocos años por la Federación Provincial de Peñas Flamencas de Sevilla.

José Menese, no te olvidamos

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Dedicado a mi amiga Carmen Arjona

El 3 de diciembre guarda también una muesca en la culata del revólver de mi memoria. Su tacto a medianoche, bajo mi almohada, me impide conciliar el sueño y y me previene contra las sombras del olvido: acuérdate de Pepe, que hoy hubiera cumplido ochenta años.

Don José Meneses Scott, cuántas eses para un morisco, debiste de pensar cuando te bautizaron. Para cerrar los ojos, para cantar. Para vestir de traje, y hasta para respirar tan flamenco, te bastaba con JOSÉ MENESE.

Nació morisco tal día como hoy de 1942, en la hermosa Puebla de Cazalla, cuna de tantos y tantos artistas. Su voz y su figura permanecen inalterables en el corazón de la afición flamenca. Todos aquellos que lo escucharon cantar, o que tuvieron la suerte de conocerlo, lo tienen siempre presente.

Enrique el Mellizo

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Comenzamos el mes de las rifas y de las cenas de empresa, celebrando el nacimiento del mejor de los nacidos en el gaditano barrio de Santa María. Y es que tal día como hoy de hace 174 años afloró al caudal del arte flamenco Enrique el Mellizo, el patriarca de los cantes de Cádiz.

Esta postrera parte del año exige un esfuerzo extra en la gastada memoria de la familia flamenca. Quién lo diría, pero diciembre es quizá el mes más jondo del almanaque. Pareciera que los recién nacidos pegasen mejor su primer llanto por seguiriyas si afuera en la calle hiciera tela de frío. O como  dicen en Cádiz, humedad. A final de mes hacemos cuentas.

Francisco Antonio Enrique Jiménez Fernández nació en el número 29, hoy 24-26, de la calle Mirador, el primer día de diciembre de 1848. Quiso venir al mundo en todo lo alto del barrio, desde donde no solo podía escuchar los órganos y las campanas de todas las iglesias de la Tacita, sino también desentrañar las armonías que el Atlántico traía y se llevaba, al compás de las mareas que el faro de Chipiona marcaba cada noche con un pícaro guiño de luz salada.

Enrique el Mellizo fue un revolucionario del cante. Ralentizó las alegrías bailables hasta convertirlas en un cante grande para escuchar. Lo mismo dicen que hizo con los tangos lentos gitanos, que luego Chacón llamó tientos. Se le atribuyen al menos tres estilos de soleares, dos de seguiriyas, unas alegrías, saetas, gilianas, su malagueña doble y su malagueña chica, martinetes

Quizá no ha habido en la historia del arte jondo una figura que haya influido más, directa e indirectamente, en la conformación del cante tal y como hoy lo conocemos, con la excepción de Silverio Franconetti. A priori, esta afirmación puede parecer arriesgada antes de tener en cuenta que Enrique el Mellizo no solo fue un incansable creador de letras y melodías. Fue también el hilo conductor que conecta toda la tradición anterior, de cuyas formas concretas y modo de cantar no sabemos casi nada en realidad, con Aurelio Sellé y con los dos grandes creadores de donde se alimentan los cantaores y cantaoras del siglo XX: don Antonio Chacón y Manuel Torre, sus discípulos más aventajados.

De aquí a Juanito Mojama, prácticamente equidistante entre ambos, al igual que la Casa de los Pavón, con Arturo, Pastora, Tomás, incluidos Manuel Vallejo, Isabelita de Jerez y Chocolate, entre muchos otros. Y por supuesto, Pepe Marchena, Antonio Mairena y Manolo Caracol. No digo que ellos no hubieran sido igualmente grandes de no haber existido Enrique el Mellizo, pero sin duda hubieran cantado otras cosas y de otra manera.

Bernardo el de los Lobitos

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Se cumplen cincuenta y tres años desde que marchó para el Parnaso flamenco el cantaor BERNARDO DE LOS LOBITOS, sin duda el mejor artista que ha dado Alcalá de Guadaíra, con permiso, y sin permiso también, del gran Joaquín el de la Paula.

Lo hizo apenas cuatro días después que la Niña, la de los Peines. Ambos, ella y Bernardo, que en realidad se llamaba Pedro, recibieron del pueblo sus respectivos remoquetes artísticos, y los llevaron con más paciencia que orgullo hasta el final de sus días. Pastora, por unos tanguillos que la encumbraron siendo una Niña, y que siempre se negó a repetir. Bernardo, gracias a unas bulerías que volvió a grabar pocos días antes de morir.

Hoy tenemos el deber de recordar a este grandísimo cantaor, cuya memoria yace enterrada entre la desidia y el descuido de la afición y de las instituciones del flamenco.

Se llamaba Pedro José Bernardo Álvarez Pérez, y se despidió de la vida a los ochenta y dos años, en Madrid, en la calle Amparo, dejándonos una maravillosa discografía.

Pastora Pavón, la Emperaora del cante

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Ya han pasado cincuenta y tres años desde que se marchó La Niña de los Peines. Pastora Pavón Cruz partió para el parnaso flamenco el 26 de noviembre de 1969. A partir de ahí, el cante vistió de luto y, sin poder respirar el aliento de su querida Emperaora, se hizo republicano.

Lo hizo con el único equipaje de su memoria vaciada, y de los peines de su remoquete, que la siguieron, siempre a su pesar, desde la infancia hasta la senectud.

Sevilla entera la acompañó desde su calle Calatrava, en la Alameda de Hércules, hasta el cementerio de San Fernando. A la entrada, la saludaron su Joselito el Gallo, su señá Grabiela, su Ignacio Sánchez Mejías. No pudo estar, su querido Federico, que andaba perdido entre las cunetas hasta nuestros días.

Todavía hoy, su tumba, que es también la de su Pepe Pinto y la de sus hermanos Arturo y Tomás, recibe el peregrinar de numerosos admiradores y amantes del flamenco. Cómo el de un servidor. Pastora, no te olvidamos.

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